En Santa Fe, Bolivia, varias mujeres lideran emprendimientos cafeteros combinando cultivos sostenibles amazónicos con la preservación del bosque. Un sistema que fortalece la economía local y la nutrición familiar.
PMA
Un programa regional del Programa Mundial de Alimentos (PMA) acelera soluciones disruptivas para lograr el Hambre Cero en América Latina y el Caribe.
Según la OIM, los venezolanos y venezolanas contribuyen con unos 900 $ anuales a la economía de Ecuador a través del consumo de bienes y servicios, impulsando al crecimiento económico del país.
El PMA advierte que la escalada violenta de los grupos armados en la capital de Haití restringe el acceso humanitario y empuja a las familias a una situación de hambre cada vez más grave.
Las comunidades de Los Cuchumatanes se enfrentan a la pobreza, la desnutrición y a la falta de servicios básicos. Allí, brigadas del PMA brindan controles prenatales, suplementos y educación alimentaria para fortalecer la resiliencia local.
Una iniciativa piloto en Lima permite que personas con tuberculosis elijan qué alimentos comprar mediante tarjetas electrónicas. Esta nueva forma de apoyo nutricional ofrece autonomía, alimentos variados y frescos y orientación personalizada.
Según ‘El estado de la alimentación escolar en el mundo’ del PMA, en solo cuatro años, el número de estudiantes que reciben comidas en la escuela gracias a programas nacionales ha aumentado un 20 % hasta llegar a los 466 millones de niños y niñas. Los países de América Latina y el Caribe – donde estas comidas llegan a más de 78 millones de pupilos - utilizan productos de cercanía, estimulando la economía local e incluyendo alimentos de temporada.
El personal del PMA reflexiona sobre la vida en dos de los lugares más duros del planeta. Al amanecer, en el norte de Haití, lejos de la violencia de la capital, los trabajadores y trabajadoras humanitarias viajan para apoyar a agricultores y a escuelas. Lejos de allí, los rebeldes del M23 tomaron en enero la ciudad de Goma, en la República Democrática del Congo, matando a casi 1000 personas y saqueando los almacenes de alimentos del PMA.
Hoy, en parte gracias al PMA, más de 80 millones de niños y niñas en América Latina y el Caribe reciben comidas en sus escuelas. Aun así, persisten grandes diferencias entre países —y dentro de ellos— en términos de cobertura, calidad y participación en estos programas alimenticios. En contextos definidos por la desigualdad, la crisis y el aislamiento, una comida escolar diaria combate la inseguridad alimentaria y puede ser el primer paso hacia una vida más digna.
El PMA y el Gobierno de Perú trabajan juntos en la reforma del reglamento nacional para garantizar la preparación de comidas calientes escolares. “Queremos que las niñas y niños consuman alimentos ricos en vitaminas, y tengan energía para sus aprendizajes y actividades recreativas”, explica el ministro de Desarrollo e Inclusión Social peruano. Un proyecto que también impulsa la inclusión económica de agricultores que, ahora, pueden acceder a nuevos mercados.
El acceso a un microseguro ha transformado la vida de la agricultora María. Lo que antes era incertidumbre ante sequías y tormentas, se ha convertido en una red de protección que le permite tomar decisiones con confianza y mirar al futuro con mayor tranquilidad. Un ejemplo de como los microseguros del PMA se han convertido en una herramienta de resiliencia en el Corredor Seco de Guatemala.
El río Orinoco es el hogar de una de las poblaciones indígenas más antiguas y numerosas de Venezuela. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) tiene allí uno de sus más amplios y desafiantes programas en el país. Una ingeniería logística que centra en las escuelas sus puntos de distribución, representando la forma más fiable de identificar a las familias que necesitan apoyo.
Teresa y Jonny, sobrevivientes de las inundaciones en El Oro, Ecuador, enfrentaron el desastre con valentía. El PMA brindó asistencia alimentaria a más de 40.000 personas en 17 cantones durante la catástrofe.
Las comunidades empobrecidas de Palestina (Gaza), Haití, Malí, Sudán del Sur y Sudán corren el riesgo de sufrir una hambruna o ya se enfrentan a condiciones catastróficas de inseguridad alimentaria aguda en la fase 5 de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (IPC o CIP), el nivel más peligroso para la vida, según el último informe de la ONU sobre los Puntos Críticos del Hambre.
En el Pacífico colombiano, las mujeres afrodescendientes luchan contra el miedo y la desesperanza de la violencia armada para alimentar a sus familias y comunidades. Estas son las historias de Daira, Sorelly y Pamela.














